sábado, 10 de septiembre de 2011

Las Ciudades Romanas

TEXTO 1

Las ciudades

Las ciudades eran los centros principales del Impe­rio. En la época romana se fundó un gran número de ciudades, y muchas de las ya existentes conocieron un gran desarrollo.
La ciudad más grande era Roma, la capital del Im­perio, que llegó a tener un millón de habitantes. Si bien el resto de las ciudades eran más pequeñas, reproduje­ron numerosas construcciones de la capital.
Las ciudades romanas seguían casi siempre el mismo modelo. Tenían planta rectangular con calles paralelas organizadas alrededor de dos ejes o calles principales: uno de ellos atravesaba la ciudad de este a oeste, y se lla­maba decumanus. El otro eje, el cardo, era perpendicular al decumanus y atravesaba la ciudad de norte a sur.

En el cruce de ambas calles -o cerca de él- se encon­traba el foro. En uno de sus lados se elevaba, sobre una terraza, el templo dedicado a los dioses Júpiter, Juno y Minerva. En otro de sus lados se levantaba la Curia, lugar de reunión de la Asamblea. También en el foro podías encontrar basílicas, que eran edificios des­tinados a la celebración de juicios y tratos comerciales y financieros. El foro estaba adornado con estatuas de emperadores y de los vecinos ilustres de la ciudad.
El trazado de las ciudades sobre dos ejes había sido heredado de los etruscos y fue aplicado, primero, en los campamentos militares y, luego, en las ciudades que fueron fundando por todo el Imperio. Los romanos mejoraron el modelo etrusco incorporando la dota­ción de agua corriente a través de acueductos, fuentes, cisternas y alcantarillas. Las calles estaban pavimenta­das y tenían aceras y pasos de peatones que regulaban el tráfico de carros. También había pórticos en las ca­lles principales para defenderse del sol y la lluvia.
Todas las ciudades contaban con una muralla, que la rodeaba y que se abría en cuatro puertas monumen­tales en los finales de las dos calles principales

Roma: la capital del Imperio

A diferencia de las ciudades que fundaban, la capital del Imperio creció sin un plan urbano para ordenarla: a medida que aumentaba su población, la ciudad se ex­tendió sobre las siete colinas en forma desordenada.
¡Y cómo crecía Roma! En la época republicana, el perímetro de la muralla de la ciudad creció de 9 a 11,5 kilómetros y rodeaba los siete montes. A lo largo de ella se abrían 37 puertas. El muro se extendió a 19 kilóme­tros de longitud en el siglo II, durante el apogeo del Im­perio, y llegó a 22 kilómetros en el siglo IV.
A fines de la República había en Roma un solo foro de unos 100 metros por 60. Estaba al pie del Palatino y era atravesado por la Vía Sacra, flaqueada, a su vez, por templos, por la casa del Pontífice, que era el jefe de la religión romana, y por la Curia o edificio del Se­nado. En el foro se hacían las campañas electo­rales, desfilaban los generales que volvían victoriosos de las guerras de conquista, se realizaban procesiones reli­giosas, motines, etcétera.
Pero Roma, como leíste, no cesaba de crecer: ya en el siglo IV contaba con quince foros, creados por distin­tos emperadores. Cuando el poder pasó por completo a manos del emperador, finalizando con la participación política, los foros continuaron cumpliendo la función de centros sociales y comerciales.
Allí se cruzaban barberos que afeitaban en la calle, personajes ricos que paseaban en literas llevadas por sus esclavos, gente que se dirigía a los templos y tri­bunales, comerciantes que iban a adquirir mercancías, estafadores, ladrones, adivinadores, astrólogos, magos, acróbatas, mendigos y vendedores que, en sus puestos, ofrecían desde pescados hasta perfumes.
Pero no solo en el foro se mezclaban los sectores sociales: las mansiones del Monte Quirinal se levanta­ban en las cercanías de las ínsulas (casas de alquiler de varios pisos) del barrio del Velabro. Y también existían barrios que tenían "mala fama", cerca del Coliseo, del Circo Máximo y de los muelles del Tíber. Como ves, en la capital del Imperio, los sectores sociales no estaban claramente delimitados.
Para asegurar el orden dentro de la ciudad, se im­plemento un sistema de policía imperial. Además, los bomberos acudían en caso de incendios, temblores o inundaciones.

Constructores e ingenieros

Los romanos fueron excelentes constructores. Los edificios romanos eran muy sólidos. Ello se debía, en parte, a que estaban construidos con dos nuevos mate­riales: el cemento y el hormigón.
Al principio, los edificios se cubrían con techos pla­nos, de madera o de piedra, pero después comenzaron a extender el uso del arco, la bóveda y la cúpula, que les permitieron cubrir espacios mucho más grandes.
Los romanos decoraban los muros con pinturas y cubrían los suelos con mosaicos, elaborados con pe­queñas piezas que se incrustaban en yeso fresco.
Las grandes obras arquitectónicas romanas tenían una utilidad práctica, es decir, se construían para sa­tisfacer alguna necesidad de la población. Y solían ser monumentales, para demostrar el poder del Estado.
Los edificios más importantes se concentraban en el foro, es decir, en la plaza principal de las ciudades.
Y eso no es todo: además de los edificios públicos, construyeron monumentos conmemorativos que ser­vían para recordar hechos importantes y grandes vic­torias: los arcos de triunfo y las columnas.
Todo el Imperio estaba surcado por distintas vías de comunicación, muy importantes también para el co­mercio, como ya leíste. La red de vías romanas interco­municó todos los lugares del Imperio. Alcanzó 85.000 kilómetros y no solo fue un eficaz sistema para el trans­porte de mercaderías sino también para el traslado de las tropas. Las carreteras estaban señalizadas a los costados, cada 1.000 pasos, con piedras que indicaban al viajero
dónde estaba y cual era la próxima población. Además,
había puentes y acueductos que abastecían de agua a toda la población, a través de fuentes.

Acueductos

Construcciones para el esparcimiento


Para la recreación y los espectáculos públicos, que se celebraban con ocasión de las grandes festividades cívicas o religiosas, los romanos construyeron edificios públicos de diferentes tipos.
El anfiteatro, por ejemplo, era el lugar en donde se hacían las luchas entre gladiadores o entre gladiado­res y fieras. Era el edificio romano más típico y el más monumental. El lugar en donde se desarrollaba el es­pectáculo se llamaba arena; debajo de ella había unas galerías en las que se alojaban las fieras y esperaban los gladiadores. El más conocido y famoso es el Anfiteatro Flavio o Coliseo romano, sobre el que ya leís­te en la apertura de esta sección.

Los circos -una adaptación del hipódromo griego-estaban formados por un gran circuito para carreras de carros, el deporte más popular entre los romanos. En el centro del circo, casi de punta a punta, se encontraba un muro bajo, llamado spina, alrededor del cual corrían los carros, tirados por caballos. Uno de los más famosos fue el Circo Máximo, en Roma.

Circo Máximo de Roma

Los teatros, por su parte, eran una adaptación de los teatros griegos. Tenían un graderío semicircular escalo­nado de varios pisos llamado covea; la zona semicircular al pie de la covea era conocida con el nombre griego de orchestra. El escenario estaba un poco más elevado so­bre un podio y dominado por un gran muro, tan alto como la covea, que simulaba ser la fachada de un gran palacio. Detrás de él solía haber un jardín, donde se po­día pasear, tomar algo o descansar entre acto y acto.
Los teatros servían para las representaciones de come­dias y tragedias, aunque los romanos preferían las prime­ras, con final feliz. Uno de los teatros más importantes fue el Teatro de Marcelo, en la capital del Imperio.
También había termas o baños públicos donde, además de tomar baños, se podía descansar y realizar ejercicios deportivos.

Las termas romanas

En la antigua Roma, el gusto por el agua era com­partido por todas las clases sociales. Por eso, aquel que carecía del dinero para tener en su casa un baño (balneum), podía asistir
a los baños públicos, que abundaban no solo en la capital sino en todas las ciudades importantes del Imperio. Los baños de mayor tamaño y lujo eran aquellos que el Estado había cons­truido y que se denominaban termas. En ellas podía realizar­se todo tipo de actividades: además de las salas destinadas al baño, había bibliotecas, salas de reunión, jardines y un lugar para hacer ejercicios, llamado palestra.
El uso de las termas se generalizó hacia el siglo I a. C, cuan­do se descubrió un sistema que permitía calentar y distribuir el aire caliente. Un horno construido bajo una cámara especial y calentado con carbón irradiaba aire caliente que era condu­cido por un tubo a través de cavidades del suelo y de ladrillos huecos de las paredes.
Las termas más monumentales fueron las construidas por Caracalla, en la capital del Imperio, inauguradas en el año 216. En ellas podían bañarse ¡3.000 personas a la vez!
Todas las termas contaban con las siguientes dependencias:
Un frigidarium, que era la sala destinada a los baños de agua fría.
Un apododyterium, que era una especie de vestuario donde los bañistas dejaban la ropa.
Un caldarium, que era la sala para baños de agua caliente.
Esta era la habitación más luminosa y adornada. En las grandes
termas había también piscinas para nadar. En las más pequeñas el baño se tomaba en bañera o en depósitos de agua caliente.
Un tepidarium, que era una habitación de temperatura tibia en la que se preparaba el bañista para la sala de agua caliente.
Los baños solían abrir sus puertas al mediodía y se cerra­ban al ponerse el sol. En los lugares destinados al baño había departamentos separados para hombres y mujeres. Si no había espacios separados, el establecimientos abría unas horas al día para mujeres, y otras, para hombres. En algunas épocas, sin em­bargo, se permitió el baño conjunto de hombres y mujeres.

Pan y circo

¿Qué hacían los romanos durante el día? Se levanta­ban temprano, se aseaban y desayunaban, y luego em­pezaban a trabajar. Al mediodía terminaba su día labo­ral y después del almuerzo ¡disfrutaban del ocio! Las termas, el teatro, el circo o el anfiteatro, eran algunos de los posibles destinos.
Las carreras de carros. En un principio, los carros -que podían ser de dos o cuatro caballos- eran condu­cidos por sus propios dueños, que eran miembros de la clase más adinerada, pero, luego, los conductores, llama­dos aurigas, fueron libertos o esclavos. Una carrera dura­ba siete vueltas y cada día había 24 carreras.
Competían cuatro equipos vestidos de rojo, blanco, azul y verde. Estos dos últimos colores, sobre todo, dividían al público de modo tal que incluso mar­caban la pertenencia a un sector social: la clase alta era partidaria de los azules, mientras que el pueblo lo era de los verdes.
Las luchas de gladiadores. Los primeros comba­tes entre gladiadores tuvo lugar en Roma, en el año 246 a. C. para honrar la memoria de una persona; sin embargo, con el tiempo, este significado fue desapare­ciendo y solo quedó como un espectáculo recreativo. Antes de construirse el primer anfiteatro, la lucha se llevaba a cabo en el circo, o en algún lugar especial­mente acondicionado. Luego, el anfiteatro fue el lugar elegido para estas sangrientas batallas. ¿Y quiénes eran los gladiadores? Estos se reclutaban, fundamentalmen­te, entre los condenados ad gladium (a muerte) o a trabajos forzados, o bien, entre hombres libres que veían en estos "juegos" un modo de salir de la miseria y/o alcanzar la fama.
Después de asistir a una escuela de gladiadores, en la que atravesaban por duros entrenamientos, los lucha­dores se enfrentaban en la arena. Cuando en la lucha un contendiente caía vivo al suelo, se solía dejar en manos del público el destino del caído: los pañuelos al aire se­ñalaban el perdón, mientras que el pulgar hacia abajo indicaba que el vencido debía ser rematado.
Como complemento de la lucha de gladiadores se in­trodujo un nuevo espectáculo: la venatio, cuya caracterís­tica era que siempre aparecía algún animal en escena. Si bien en un principio solo se exhibían animales exóticos, pronto dejaron paso a las luchas, que podían ser: entre animales, entre hombres o entre hombres y animales.
Otro espectáculo eran las naumaquias o recreacio­nes de batallas navales. La primera naumaquia cono­cida fue la que organizó Julio César en el año 46 a. C. El ordenó construir una pileta cerca del Tíber e hizo participar a 2.000 combatientes y 4.000 remeros, todos prisioneros de guerra. Pero Julio César no fue el único: Augusto y Claudio también le ofrecieron al público au­ténticas batallas navales: más de 19.000 hombres fue­ron movilizados por Claudio. Pero no creas que era un simulacro: la gente moría de verdad y por eso se utili­zaban prisioneros de guerra para el "espectáculo". Con el tiempo, las naumaquias pasarían a celebrarse en el circo, o en los anfiteatros, y eran mucho más pequeñas que las anteriores, pero terminarían por desaparecer ya que su costo era demasiado alto.
Como ves, el ocio era muy importante para los ro­manos, no solo para los ricos sino también para los más humildes. ¿Por qué te parece que los gobernan­tes romanos se preocupaban tanto por que su pueblo estuviera entretenido? Porque así no pensaba en sus problemas -malas condiciones económicas y de vida, y falta de derechos políticos- y no participaban de po­sibles rebeliones. Por eso, también se les otorgaba, a los más pobres, cereales y, en algunas ocasiones, dinero. La frase que sintetizaba el pensamiento de los gobernan­tes para mantener ocupada a la población, era "pan y circo": pan -los cereales- para alimentarlos, y circo -los espectáculos- para mantenerlos entretenidos. Así, "pan y circo" facilitaban el control de la sociedad.

La vivienda de los romanos

¿Dónde vivían los romanos? Según la riqueza y el sector social al que pertenecieran, así como el espacio en el que habitaran, los romanos podían vivir en vivien­das como la domus, la ínsula o la villa.
En las ciudades, las familias más ricas residían en casas unifamiliares, generalmente de una sola planta, llamada domus. Estas casas no disponían de ventanas a la calle sino que las habitaciones se organizaban alrededor de un patio central por el que entraba la luz llamado atrio. Allí se encontraba el impluvium, que era una especie de estanque en donde se recogía el agua de lluvia. Las habitaciones más importantes de la casa podían estar decoradas con pinturas en las paredes y mosaicos en el suelo. A veces, tenían otras habitaciones que se abrían a la calle y se lla­maban tabernae. El dueño de la casa solía alquilar estas piezas a comerciantes que las utilizaban como tiendas.


Villa Romna

También existían las villas que ya cono­ciste en el apartado sobre economía. Como leíste, eran grandes establecimientos agrícolas que pertenecían a un solo propietario. Este solía utilizar la vivienda principal como "casa de recreación", ya que permanecía la mayor parte del tiempo en la ciudad, mientras los esclavos y los campesinos libres trabajaban en ella.
Los habitantes más humildes de las ciudades, que no poseían el dinero para vivir en una domus, solían vivir en ínsulas, edificios que ocupaban una manzana entera, de hasta siete pisos formados por pequeñas viviendas casi sin ventanas. La mayoría de las ínsulas pertenecían a un solo propietario que las alquilaba a personas de bajos re­cursos. Estaban construidas en madera y ladrillos y, por lo general, eran de muy mala calidad. Una sola escalera daba acceso a todas las habitaciones y carecía de agua corrien­te. En caso de incendio era muy difícil salir de ellas.

Como ya leíste, para combatir los incendios existía un cuerpo de bomberos, formado por varios miles de esclavos libertos. Los bomberos tenían cuarteles pro­pios y recibían un salario. Al retirarse, después de 26 años de servicio, tenían derecho a cobrar una pensión. Recibían el nombre de "Vigiles" (la denominación ac­tual de los bomberos romanos es, precisamente, "Vigi­les del fuego"), y estaban divididos en grupos, cada uno de los cuales tenía asignada una zona de la ciudad. Cada grupo tenía bombas, escaleras, mantas impermeables para cubrir las propiedades y que no las dañara el agua, escobas de metal, picotas, mallas de seguridad, palas, ha­chas, baldes, etcétera. Para evitar que el fuego se expan­diera, una parte de los bomberos llevaba arpones para enganchar y hacer caer muros ardiendo y otros llevaban guadañas para cortar la vegetación y hacer "cortafuegos". Los bomberos usaban garrotes y otros objetos para cas­tigar a los que dificultaban sus labores. El jefe, o prefec­to, tenía poderes de juez, para juzgar asuntos relaciona­dos con su labor. Si alguien obstruía el libre tránsito de los equipos, por ejemplo, el prefecto podía ordenar su arresto y celebrarle juicio inmediatamente.

La ínsula romana

"[...] la ínsula romana no ha poseído chimenea ni calorí­feros [...]. Para luchar contra el frío, los romanos no estaban armados sino de braseros. Muchos de estos utensilios eran portátiles o rodantes. Algunos estaban trabajados en cobre o bronce con habilidad y fantasía encantadoras. Pero la elegante nobleza de este arte industrial no compensaba la inferioridad de su técnica ni el corto alcance de sus medios de acción. Las altivas viviendas de la ciudad no disfrutaban de la dulce tibieza que en su derredor esparcen los radiadores de nuestros apo­sentos, ni de la alegría que crepita y chispea en la llama del hogar. Además, estaban amenazadas a veces por el traicionero ataque de gases perniciosos y, a menudo, por la invasión del humo [...]. Para calentar sus ateridos miembros [...], los habi­tantes de la ciudad de Roma no tuvieron otra cosa sino las brasas de sus rejuelas.
Por lo demás, la ínsula no estaba mejor provista de agua [...] fuera de algunas excepciones [...] el agua de los acue­ductos llegaba únicamente a la planta baja de la ínsula. Los ocupantes de los cuartos superiores debían ir a buscarla a la fuente vecina."
Carcoppino, Jerome. La vida cotidiana en Roma en el apogeo del Imperio. Temas de Hoy, Madrid, 2001.

La vida en la ciudad

El centro de Roma era el Foro. Desde muy temprano hasta el me­diodía, una muchedumbre lo recorría. Los hombres conversaban sobre temas de actualidad, desfilaban los cortejos fúnebres de ciudadanos destacados, y en la basílica se reunían cambistas y hombres de negocios. Entre los ricos ciudadanos, magistrados y grandes señoras que transitaban tendidas en literas, se apretuja­ban mendigos y esclavos. Se oían diversas lenguas y se entrecho­caban los más variados intereses.
La vida artesanal expulsada del centro, se intensificó en los subur­bios. Los talleres, que asimismo funcionaban como tiendas, alber­gaban zapateros, barberos, herreros y tejedores.
Después del mediodía, los romanos frecuentaban las termas don­de tomaban baños, calientes o fríos, hacían gimnasia y discutían los asuntos públicos. Los bañistas más ricos acudían acompaña­dos por esclavos que los asistían durante el baño.
Los espectáculos públicos también contaban con un gran número de asistentes. Los juegos de circo alcanzaron gran esplendor en el Coliseo, donde se desarrollaban combates de gladiadores y fieras, carreras de carros y ejecuciones públicas de delincuentes. Entre las representaciones teatrales, los romanos preferían el mimo y la pantomima (ballet), aunque también se escribieron comedias y tragedias al estilo griego.

González, A. Historia 1. Bs. As, Santillana, 1988.
Barraza, N. Historia. Desde las primeras sociedades hasta el siglo XV. Bs. As, Santillana, 2010.

TEXTO 2

PRINCIPALES CONSTRUCCIONES ROMANAS

Vías: Las rutas romanas esta­ban planeadas, fundamental­mente, para facilitar las comu­nicaciones militares y civiles entre los distintos puntos del territorio y constituyeron un elemento más de dominio. Su ancho oscilaba entre 4,80 y 6,50 metros y poseían pavi­mento de piedra.

Acueductos: Vinculaban a las ciudades con las fuentes y ma­nantiales próximos. Se cons­truyeron sobre arcos y bajo la superficie del suelo, según el terreno que debían atravesar. Cañerías de plomo y fuentes públicas distribuían luego el vital elemento.

Templos: Salvo el uso de la cúpula, imitaron en general a los griegos. Entre los más fa­mosos podemos citar el le­vantado en honor de Júpiter, en el Capitolio, y el Panteón.

Teatros y anfiteatros: Los primeros, semicirculares, si­guieron el modelo griego. Los anfiteatros, en cambio, fueron una creación romana, atribui­da a la época de Julio César. El más famoso, el Coliseo, cons­truido en época de Vespasiano, servía de escenario a espectá­culos con fieras, combates de gladiadores y aun simulacros de batallas navales: su pista podía inundarse. Su capacidad sobrepasaba los 50.000 es­pectadores.

Circos: Se construyeron de forma rectangular, con los ex­tremos curvos, destinados ge­neralmente a las carreras de carros. El mayor fue el Circo Máximo, terminado en la épo­ca imperial. Medía 600 metros de largo por 200 de ancho y en sus gradas podían ubicarse 150.000 personas.

Basílicas: Estos enormes edi­ficios públicos estaban desti­nados a la reunión de los tri­bunales y a las transacciones mercantiles.

Monumentos conmemora­tivos: Se erigían como home­naje a alguna victoria o acon­tecimiento importante. Pode­mos citar los arcos de triunfo y las columnas.

Termas: Se levantaron en la época del Imperio y en ellas podían practicarse juegos y deportes. Sus instalaciones permitían, además, tomar ba­ños a distintas temperaturas. Las más famosas fueron las construidas por orden de Caracalla.

Bustinza, Juan. De la prehistoria al siglo XV. Bs. As, AZ, 1996.

1. Describe los principales elementos de las ciudades Romanas. ¿Con que actividades de la vida cotidiana las podes relacionar?
2. ¿Qué diferencia hubo entre Roma y las demás ciudades del imperio?
3. ¿Cuál era la función principal de los edificios públicos?
4. ¿Explique que son las Villas, las Domus y las Insulas?

TEXTO 3

Las Ciudades Romanas.

“[…] Por muy grande que fuera el amor del romano por el campo —del que rara vez se olvidaba—, era en la ciudad donde veía la marca distintiva de la civilización y la obra específica de Roma en el mundo. ‘Pensad también [dice Virgilio en un escrito de la época] en todas esas nobles ciudades, obra de la mano del hombre, ciudades trabajosamente hincadas sobre empinadas rocas, con ríos que se deslizan al pie de sus inmemoriales muros. […]’

¿El romano consideraba la vida orgánica de las ciudades como el instrumento principal de la civilización […].

‘En la multiplicación de las ciudades por todo el Imperio, Roma empleó los métodos más prácticos y directos. En la mayor parte de las provincias existía ya la vida urbana. Roma le dio nuevo impulso, y con frecuencia rehacía los planos de las ciudades y las reconstruía.

‘En Britania, antes de que llegaran los romanos, no existían ciudades; los únicos grupos de viviendas estaban situados en lugares altos y se habían construido con el propósito de defenderse contra las tribus vecinas. Durante un siglo o dos se estableció en los valles la vida urbana con el fin deliberado de divulgar el modo de vida romano; los habitantes de Britania no se adaptaron, y las ciudades fueron decayendo. La gente las abandonaba porque prefería ganarse la vida en los bosques y en las llanuras que trabajar como comerciante o artesanos para el campo circunvecino.

‘[…] Siempre que los romanos fundaban una ciudad, la planeaban sobre trazos muy definidos. Por medio de un sencillo aparato con el cual el agrimensor determinaba un ángulo recto, se trazaban dos amplias calles que se cortaban perpendicularmente. Desde este cruce como punto de partida se marcaban parcelas rectangulares; a intervalos se trazaban calles de determinada anchura. Tenemos noticia de la “línea de edificación”, de reglas referentes a la altura de los edificios y de disposiciones que prohibían el tránsito pesado durante ciertas horas.

‘En el centro se situaban los edificios públicos, las oficinas, la basílica, que se utilizaba para las reuniones y como sala para los tribunales de justicia, a veces una biblioteca, siempre un templo, y el espacio abierto del foro con sus columnatas.

‘Por regla general, las tiendas se instalaban en barrios determinados, las de cada gremio en un mismo lugar. Los arcos monumentales a la entrada de las ciudades tenían esculturas y estatuas; a veces se cubría la confluencia de dos caminos con arcos en cuatro direcciones. Baños, teatros y anfiteatros eran una necesidad incluso en las ciudades más pequeñas.

‘Se suministraba a las ciudades una abundante provisión de agua que se transportaba por medio de canales subterráneos o de acueductos; desde los depósitos se llevaba el agua en tuberías de plomo hasta las casas. Catorce acueductos, con una longitud total de 426 km, cubrían las necesidades de la ciudad de Roma, suministrando quizá más de doscientos litros diarios por habitante. En muchas regiones de las provincias, el abastecimiento de agua era mejor en la época romana que hoy día, y algunos de los acueductos romanos todavía están en uso.

‘[…] Se utilizaba la energía hidráulica para los molinos y los aserraderos, y las fuentes de las plazas públicas, de los jardines y de las esquinas de las calles reflejaban la luz del sol, dando una sensación de frescura a las polvorientas ciudades. El cuidado de los acueductos era un servicio público que estaba a cargo de empleados del Estado o del municipio.

‘Esta sólida grandiosidad fue característica de todo lo que construían los romanos. Edificaban con miras á la utilidad y a la duración. Las calzadas romanas son el mejor ejemplo. En un principio su fin era principalmente militar y administrativo. Fueron aumentando de acuerdo con las necesidades y, con el tiempo, se utilizaron para todas las necesidades de la guerra, de la paz, del comercio y las comunicaciones.

‘El topógrafo romano prefería las líneas rectas, trazadas de una cordillera a otra; pero tenía en cuenta la configuración del terreno, la pendiente y la defensa militar. A través de regiones montañosas, como los Apeninos y los Alpes, construía carreteras en zigzag, con extraordinaria pericia ingenieril; pero a través de una llanura tomaba la ruta más corta, sin utilizar los caminos que ya existían. Cerca de Cumas y Nápoles se abrieron largos túneles en las duras masas de roca volcánica. El revestimiento de las calzadas se construía cuidadosamente con capas de diferentes materiales, y los firmes han durado hasta hoy día. Igual de perfectos y duraderos fueron muchos de los sistemas de drenaje y alcantarillado.

‘Al romano le atraían la administración práctica y la construcción en gran escala. ¿Inventó alguna vez algo el romano? Muy poco […].”

Barrow R. H. Los Romanos. Bs. As, Fondo de Cultura Económica, 1950. (Selección)

Actividad:

5. Subraya en el texto las referencias a:

- El trazado de la ciudad.
- La disposición de los edificios.
- Los lugares de diversión.
- La provisión de servicios públicos.
- Las características de las calles.

6. ¿Consideras que en las ciudades de hoy, o por lo menos en las que conoces, se mantiene una distribución general similar a la romana? ¿Por qué?

Más recursos:

http://www.arteespana.com/urbanismo.htm

Caricatura de una ínsula:
http://www.asterix.com/immobilier/images/a17p42c1es.gif

Actividad final:

6. Relata en dos carillas un día en la vida cotidiana de un romano. Ten presente su pertenencia social y las actividades que podrá desarrollar en consecuencia.