jueves, 9 de enero de 2014

El cuento empieza: “Había una vez, un país que tenía una industria...”

El IADE celebró los 30 años de Realidad Económica .
Basualdo y Schvarzer disertaron sobre la industria que era y ya no es.
Eduardo Basualdo, economista de Flacso y de IDEP-ATE. Jorge Schvarzer, estudioso de políticas industriales.
Por Claudio Scaletta t.gif (862 bytes) La actual crisis de la industria argentina no es coyuntural sino estructural. Responde a cambios drásticos que ya llevan 25 años, período en el cual el valor agregado sectorial se mantuvo estable frente a una población que creció el 40 por ciento. No sólo se redujeron las fábricas sino también otro factor clave: los empresarios. Salir del estancamiento requiere romper la hegemonía de la valorización financiera y poner como centro de la política económica el mejoramiento de la capacidad industrial. Estos conceptos son algunas de las conclusiones de los economistas Eduardo Basualdo, director del IDEP-ATE y titular del área de Economía de Flacso; y Jorge Schvarzer, profesor de Economía de la UBA, expuestos bajo el título “Los desafíos de la política industrial”, en una de las jornadas de debate organizadas por el IADE para conmemorar los 30 años de la revista Realidad Económica.
Desindustrialización.
Eduardo Basualdo: “La característica más notable fue el redimensionamiento sectorial; proceso de desindustrialización que se explica por la caída de la participación relativa de la actividad con respecto al producto bruto –25 por ciento a mediados de los ‘70 contra 18 por ciento hoy–, y por algunas comparaciones intercensales; entre los ‘70 y el ‘90 se registró una disminución del 18 por ciento en la cantidad de establecimientos, y del 23 por ciento de la mano de obra ocupada”.
Jorge Schvarzer: “A partir del golpe militar de 1976, la industria comenzó a ser sindicada como el enemigo del desarrollo económico argentino. Hasta 1982 hubo políticas sistemáticas, claras y sostenidas, de agresión al sector industrial. A partir de 1989 comenzó una nueva etapa que significó el desmantelamiento de todos los mecanismos de apoyo y una apertura brutal que no dio tiempo a la reestructuración”.
Sobrevivientes.
E.B.: “La agroindustria, la siderurgia y el petróleo pasaron a representar el 65 por ciento de la producción industrial y el 75 por ciento de las exportaciones sectoriales. Además, la armaduría, producto de la apertura irrestricta de las importaciones, se volvió el rasgo generalizado”.
J.S.: “Desde el ‘76 en adelante desaparecieron sectores clave como la electrónica, una parte decisiva de Máquinas Herramientas –que poseía una importante capacidad instalada, era portador de tecnología y había comenzado a exportar–, un sector sustancial de la Metalmecánica –en particular, fundición y autopartes– y casi la totalidad de la industria textil. Sus epitafios se leen en los diarios todos los días. Se rematan los galpones y las máquinas, en condiciones insólitas. Un galpón se consigue a la tercera parte de lo que cuesta su construcción y se venden máquinas relativamente nuevas al 10 por ciento de su valor”.
Fuga de capitales.
E.B.: “Desde 1976, en las 100 firmas industriales más grandes, los activos financieros llegan a superar el 50 por ciento de los activos totales. El ahorro interno argentino fuga al exterior, donde se destina principalmente a inversiones financieras. En la actualidad, los capitales locales en el extranjero rondan los 120 mil millones de dólares; el equivalente a un 70 por ciento del endeudamiento externo. La fuga de capitales y la deuda externa son así un mismo proceso, sustentado en la política estatal de mantener una tasa de interés inusualmente alta en relación con la internacional”.
Rol del sector financiero.
J.S.: “Los bancos cobran tasas usurarias que impiden a la industria competir. Muchas firmas desaparecieron, antes que por su inviabilidad técnica, por las importaciones en condiciones de dumping. Las potentes diferencias de costo financiero –del 4/5 por ciento anual para el productor del exterior, frente al 20/25 para el argentino– llevaron a la quiebra a muchas ramas industriales frente a la absoluta indiferencia dela política económica. Argentina es el único país que por voluntad política cerró su Banco Nacional de Desarrollo”.
E.B.: “A esto se agregan las asimetrías de financiamiento, según el tamaño de las firmas: mientras las más grandes toman créditos en el exterior, las pymes pagan costos financieros descomunalmente elevados. Mientras en la economía exista un gran tomador de créditos, el Estado, no habrá posibilidad de convergencia entre la tasa de interés interna y la internacional”.
Desafíos de la política Industrial. 
J.S.: “La reactivación de la actividad industrial no puede imaginarse a partir de meras estrategias coyunturales de recuperación de la capacidad ociosa. La desarticulación industrial es tan grande que buena parte de la producción depende de la importación de materias primas del exterior. La Argentina ha dejado de fabricar bulones. Hace falta crear nuevas fábricas y nuevas empresas, una estrategia drástica a nivel macroeconómico que deje claro que el objetivo de la política es recuperar y mejorar la capacidad de producción industrial. Estamos discutiendo con un paradigma ortodoxo, monetarista, que sostiene que si se equilibra el presupuesto, después alguien se pondrá a fabricar bulones. Esto es un absurdo”.

http://www.pagina12.com.ar/2000/00-10/00-10-26/pag08.htm